lunes, 6 de enero de 2014

Hacia adelante

Es interesante observar la forma en que los pasos desesperados de una carrera hacia lo desconocido suele deformar el suelo que queda atrás.
En esta época del año hay muchas hojas cayendo, marchitas y tiesas, y el sonido crujiente que hacen al ser pisoteadas es -de una forma que me cuesta explicar-, placentero.
Y destrozarlas entre tus dedos es igual de gratificante, pero lo que más llama mi atención son esas personas que corren, apoyando sus temblorosas manos en los muros negros, negros del laberinto. Tan altos que se pierden en el cielo, tan altos que tocan las nubes.
Imagino que desde allá arriba es imposible ver cuando algún extraviado cubre las hojas del otoño de sangre espesa, roja, roja, y las hojas dejan de crujir, se ablandan y tiñen.
Entonces ya no es tan placentero aplastarlas.

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