sábado, 18 de junio de 2011

Flores que renacerán


"Los recuerdos que están grabados en tu alma nunca desaparecerán. Ellos se convertirán en tu sangre y huesos, y te darán la fuerza para vivir. Así que por ahora, solo duerme. Abrazando en tu corazón las semillas de la esperanza."

Primero, quiero dejar en claro que estas palabras no son mías, pero me llegaron hondo, por eso las resalto, aunque si tengo que admitir que no he podido sacarlas de mí tan fácil como quisiera.
Los sueños y las esperanzas aveces pasan por sinónimos. Más que nada, anhelos que echan raíces en lo más profundo de nuestras almas, deseos subyacentes; siempre ahí, no siempre visibles, pero sabemos que allí hay algo.
Algo que puede ser aterrador, algo que puede ser maravilloso. ¿Puedes verlo desde aquí? Ese algo no es otra cosa más que tú mismo.
Quizás las esperanzas no son otra cosa más que un primer paso, pero al final, lo único que puede avanzar de eso, es tu propia voluntad. Y mientras no te pierdas a tí mismo en ese torbellino de oscuridad que llaman "mundo", podrás ver el resplandeciente mar azul más allá de esta tierra.

-Solo alza la vista. Mira, es una sonrisa que parece un sol.

jueves, 9 de junio de 2011

Brillo de mil espejos



Hubo un momento en que Rafael dijo: “No creo estar en la posición correcta para dar explicaciones.” Pues, sucede que yo tampoco, pero el hecho de que el recuerdo de ese hombre me venga a la cabeza justo en este momento, no ayuda para nada a bajar las revoluciones de cabreo que siento ahora.
Aunque no saco nada con enojarme con otros por cosas completamente mías, mejor sería que me pusiera a avanzar todas las cosas que tengo ultra mega atrasadas… y en serio, no me gusta para nada como esas pilas acumuladas me están mirando. Por que sí, me miran, con un aura malvada y resentida.
Hablando de quiebres comunicativos, otra vez he estado con las viejas visiones, una en particular me llamó mucho la atención.
Era la visión de un pincel con forma de chica. O quizás era una chica-pincel, una criatura con tinta en las venas y de sonrisa paralizada, cuyas manos plasmaban las mil y un historias que susurraban su alma y su corazón por separado. Tenía dedos casi mágicos con una fuerza aplastante, y a la vez tan frágiles como un copo de nieve, con ellos podía dejar trazos de palabras o simples manchas en todo aquello que tocara.
Ah, pero la sensación que su presencia transmitía era muy familiar. Sí, demasiado familiar.

—¿Y así osas llamarme charlatán a mí?
—Ah, cállate Rafael.