lunes, 29 de agosto de 2011

Concert Paraphrase on Dearly Beloved


Podría pretender que nada ocurre, que todo está bien en ese espacio maldito que ha sido su prisión personal por ya no recuerda cuantos años. Y la verdad es que no era tan difícil, porque con el paso de los días había conseguido trabajar cierta paciencia al hecho de ser una rata atrapada entre cientos de paredes, rodeado de jaulas más pequeñas como si cada una encerrara algo suyo. No sabría decir que es, tampoco es que fuera realmente así, simplemente tenía esa idea.
Todo estaba en silencio. Mucho tiempo estuvo así, pero ahora no lo soportaba. Necesitaba escuchar otra respiración que no fuera la suya. Estaba hasta la coronilla de todo aquello. Pero ¿qué podía hacer además de tragarse su frustración a base de voluntad? Los libros ya no eran suficientes, y sus esporádicas visitas de personas buscando olvido y oscuridad no bastaban.
El azul de la tristeza... si, ese mismo azul que llevaba viendo día tras día, tras día, tras día... ese azul estaba volviéndolo loco. Aunque desde antes tenía la impresión de que ya lo estaba, y muchas personas se lo habían dicho. Pero daba igual. Porque, atrapado como estaba, todo daba igual.
Pero eso no significaba que hubiera olvidado el porqué estaba ahí, y tampoco lo olvidaría. Solo restaba esperar.

lunes, 22 de agosto de 2011

Golpes



Hoy Gabriel vino a verme. Estaba intranquilo, muy nervioso y tenía cara de no haber dormido en los últimos dos días. Quería hablar conmigo, creí que sería algo largo, pero solo me habló de un sueño que tuvo. Soñó con uno de sus hermanos, pero no estaba seguro de cuál. Y mientras hablaba, me dio la sensación de estar en trance.
Todo parecía pausado, era como si su persepción de realidad estuviera averiada o simplemente apagada; daba la impresión de ser un sueño profundo. Solo que estaba demasiado cargado como para ser uno.
Cargado de olores, sonidos, y sensaciones desagradables.
Había fuego a su alrededor, gritos y dolor. No solo físico, que ese -aparte- le molestaba mucho a un costado del abdómen, sino también ese dolor insípido y desagradable que siempre se instala en el centro del pecho y se dispersa por todo el cuerpo. Luego vio dos figuras, discutiendo, luchando... y el sonido de un disparo cerca.
¿Quién estaba en frente suyo? ¿Rafael? ¿Miguel?
Sintió algo húmedo en la punta de sus dedos. Biscoso y frío. Alzó una mano y vio sangre.
Sangre en sus manos y su pecho. ¿Era suya? ¿O era de alguien más?
El sueño acababa ahí, luego todo se volvía negro.
Mientras hablaba, Gabriel lloraba. Con una mano se cubría el rostro, y con la otra sujetaba la mía con fuerza. Y aún ahora, esas imagenes lo persiguen mientras apoya su cabeza en mis piernas y... me ruega.

-Déjame despertar... por favor... -sollosó.
-No es un sueño. -le dije-. Es un recuerdo

jueves, 18 de agosto de 2011

Ecos



Como que algo viene.
Sí, sí, como que algo viene. Ese "no se qué" hormigueante que suele hacer ruiditos desde el abismo más profundo y oscuro de mi mente. Son esas voces de "esos" fantasmas que hacen un esfuerzo titánico por llamar mi atención. Yo los conozco, los conozco a todos, sé lo que les sucede y sé lo que quieren de mí, pero tanto ahora como lo he hecho cientos, miles de veces, los observo taciturna y luego les doy la espalda. Se lo que quieren de mí, pero no puedo dárselos, no es tan fácil; no lo es. Esos pequeños y molestos fantasmas, esos que quieren que narre sus historias, que les de forma, voz , vista y olfato. Quiero hacerlo, juro que quiero, pero entre el querer y el poder hay un abismo de distancia. Así que las voces no tienen más opción que regresar a la gruta negra de la cual salieron, con la esperanza de que algún día yo misma vaya a sacarlos, uno a uno.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Observa...



...que tengo razones para hacer y no hacer aunque no siempre parezca que pienso antes de actuar. La cuestión aquí es simplemente que no se presta la atención suficiente, o la adecuada.
Hoy vi el desenlace de una tormenta, no presté atención al inicio, y me desentendí antes del final, por eso el desenlace es lo único que recuerdo y a lo único a lo que le doy importancia.
Era una tormenta completa, ya sabes, tenía de todo. Lluvia torrencial, rayos, truenos, viento de quién sabe cuántos kilometros por hora, latidos desenfrenados con la suficiente potencia como para provocar un cambio importante. Hubo gritos, lamentos, llanto y mucho, mucho dolor. Hubo odio, lástima y vacío.
Impotencia a la orden del día, bailando alocada como por efecto narcóticos.
Hubo desesperación naciente, latente, quebrante en un solo segundo y frío de ese que cala los huesos pegado a tu espalda.
Y al final, silencio.
Oscuro y absoluto, justo antes de ser borrado por el primer rayo de sol del día.
Feliz nacimiento.