martes, 24 de diciembre de 2013

¿Quién llama?

He estado pensando en Rafael de nuevo.

Demonios.

Recuerdo esa tarde en que él, Boris y Batou regresaban de visitar la tumba de Egor, y recuerdo muy bien que el camino de vuelta -esos largos, largos casi cuarenta kilómetros que toma llegar desde el cementerio del clan hasta la el corazón de Denkova- él les dijo la verdad. Les dijo la historia de porqué Egor estaba bajo tierra, de porqué él aún estaba allí, respirando y fingiendo que todo iba a las mil maravillas.

Recuerdo que ni a Boris ni a Batou les importó mucho. Seguramente ya lo sabían, o como mínimo sospechaban de la verdad. Y es que a veces Rafael puede ser un libro abierto, pero no de esos que quieras leer. Es de esos de los que debes alejarte porque todas y cada una de las letras que componen su historia, son pequeñas dagas que se incrustan en tu piel y escarban hasta tus huesos y te arrastran hasta la profunda oscuridad de la locura.

Y también recuerdo que -quise reírme pero no lo hice- ellos dos simplemente miraron a Rafael y luego se miraron el uno a la otra, y suspiraron. Porque estaban aburridos de que Rafael creyera que nadie sabe lo que pasa por su desastrosa mente.

Pero ellos entienden. Ellos entienden muy bien.

Ellos saben que ese hombre de pie frente a ellos, incapaz de derramar otra lágrima, lo único que necesita es alguien que le recuerde que no está solo.

Porque, sí, así de patético puede ser. Y así de magnífico es realmente.

Frutos

Quisiera saber qué tanto tiempo habrá de pasar antes de que uno de mis pequeños vea su forma final y pueda erguirse con sus propias piernas, con sus propias fuerzas, y alzar el rostro para enfrentar el sol.

Es curioso, de todas formas, ver que todos se conglomeran en la puerta de mi mente, amontonados como si en el interior de ese lugar no hubiese aire. Todos quieren salir, y todos saldrán, pero aún no es el momento de nadie.

Aunque a decir verdad, todos han empezado a salir de a poco, de a muy poco.

Tan lentamente. Tan lentamente.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tal vez

Pienso que si tal vez pusiera un poco más de seriedad en lo que tengo entre las manos, las cosas podrían avanzar más rápido, pero hay cierto temor a ponerme a trabajar en algo seriamente, no puedo decir con certeza qué es, pero sé que hay algo allí.

Permanece oculto, asoma de vez en cuando, pero su mano está siempre presente, siempre limitante, esperando un intento puro para poder arruinarlo. Y es curioso, porque solo basta con tener el nivel adecuado de resolución para hacer desaparecer esa mano, y sin embargo doy un paso hacia atrás, desvío la mirada y doy media vuelta de regreso a esa rueda infinita de...

Oh, solo es esto otra vez.

Creo que ya es hora de empezar a agregar seriedad a la ecuación, pero pos supuesto, la seriedad no es todo el material con lo que cuento.

Simplemente dejemos que todo fluya como debe. Quizás podamos forzar un poco, apresurar el proceso, pero es mejor que la mayoría del tiempo avance a su ritmo.

Sí, eso es lo adecuado... por ahora.

Quizás fue luz

Podrías pasarte siglos buscando el espíritu de fuego en las profundidades de la luz y nunca lo verías aparecer. Deberíabuscarlo en el reflejo de tus ojos, que es donde lo encontré yo. Sé que suena extraño e incluso cursi; pero a no ser que lo hagade esta manera no podrás verlo.
¿Por qué lo buscas en el sol poniente y el la luz del corazón? No está allí. Pero te contaré un secreto.

Esto fue lo que encontré en uno de los rincones del baúl de la nostalgia esta noche cuando me puse a revisar los viejos archivos de historias que leí hace mucho años.

El Espíritu de Fuego dejó una marca muy especial en mi y mi gusto por cierta parejita de Kingdom Hearts que hasta ahora topea mis gustos a la hora de escribir fics, eso lo dice la lista, claramente.

Larga fue la espera, largo el sufrimiento; eterna la tristeza.

La búsqueda no fue menos dolorosa, pero esa no fue razón suficiente para hacer mermar esa determinación férrea a encontrar a ese hijo de puta que nublaba sus pensamientos y agitaba su corazón.

Entre las cascadas ascendentes, entre los rayos de sol del atardecer, entre las lágrimas de frustración y felicidad al haberlo encontrado, se dejó embargar por la más plena felicidad que un ser como él podía aspirar. Y quizás incluso en aquella ocasión fue demasiado, pero no podía importar.

No podía importar en lo más mínimo. Porque los mundos y las estrellas lejanas y la gente y el pasado y todos, todos esos recuerdos, eran la nada misma en comparación al hecho de que al fin, al fin, se habían encontrado.