… y entonces lo dejó caer. Tan simple como eso.
La cadena acabó de romperse y el suelo se cubrió de fragmentos de cristal ambarino, dejando que las flores y las estrellas se arruinaran por completo. Lo miré a la cara buscando una explicación, pero de inmediato me arrepentí.
No había nada. Ni culpa, ni pena, ni rabia… nada. Con lentitud levantó los ojos y soltó un bufido.
—¿Qué parte de “no me importa” no has entendido? —dijo él casi con arrogancia—
Bajé la vista hacia el desastre junto a sus pies, segura de que algo dentro de mí también había sido destruido.
—Perfecto… —dije, y tomé mi maleta. Crucé la habitación y salí hacia el pasillo, cerrando de un portazo—
El tren partiría dentro de media hora.
jueves, 29 de abril de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)