viernes, 23 de julio de 2010

Ayer, hoy, da igual

Tres horas. Sí, tres horas sentado, con la espalda adolorida, el estómago vacío y el cuello a punto de matarte. Miras por la ventana y te preguntas por veinteava vez en esa hora ¿por qué estabas precisamente allí? Y te respondes de inmediato: “solo por hoy”. Y no podrías usar una mentira más mala, por que definitivamente, esta no es ni la primera ni la última vez que accedes a hacer ese tipo de cosas que detestas por complacer a los demás, solo por evitar un problema futuro que de seguro nunca llegará. Pero estás bastante consciente de que es por tu propia debilidad que sigues ese flujo que no es tuyo. Sea coincidencia o algo meramente inevitable, allí estás. Oh si, fruto de tu completa responsabilidad. Es ahí cuando suspiras y repites “solo por hoy”
Por que ¿ves?, las cosas pueden pasar de fáciles a imposibles en un solo segundo, y tú ciertamente no estás del mejor humor como para soportar algo así. Basta con que asientas con la cabeza y ya. Pero siempre esta ese piquete en tu pecho que molesta, que te dice y trata de gritarte inútilmente que lo que haces está mal por el simple hecho de que no sigues el flujo de tus propios deseos.
Miras tu celular, seis llamadas perdidas; dos en los últimos diez minutos. Nadie querría contestar, por eso simplemente lo apagas. Luego soportaras las quejas
Entonces agachas la cabeza, rogando por que esas voces apacigüen el volumen. Solo por hoy, solo por hoy. Pero hoy no será la última vez, es obvio. Por que el hoy acabó hace mucho, hace tanto que ya no recuerdas, pero tú sigues allí, y quizás el “tú” nunca estuvo. Podría estarlo, pero... adivina qué… Hoy no.